18 diciembre 2024

Su lugar - Relato publicado en Infornorte Digital el 18 Diciembre 2024

 




En el claro de un bosque, sobre una tabla de madera agrietada por el paso del tiempo, reposaba una manzana. Su color rojo intenso la hacían destacar sobre el verde de la pradera cargada de árboles. Todo apuntaba a que había sido colocada allí a posta, pues estaba, sin lugar a dudas, totalmente fuera de lugar. Sin embargo, no hay huellas ni señales de quién había sido el responsable.

Los lugareños que por allí pasaban, de camino al pueblo, decían que aquella manzana aparecía allí cada día a la misma hora, en el mismo lugar, sobre la misma tabla. Y así había sido durante años, motivo por el que ya formaba parte de aquel entorno.

Julio, un joven trotamundos que había llegado allí una mañana, con una mochila cargada de cosas como única acompañante en su camino, se acercó a verla. La curiosidad por lo que él consideraba una patraña creada por los propios habitantes del pueblo para atraer a los turistas, le despertaba las ganas de querer desenmascararlos.

Caminó por el sendero y llegó a la pradera. Allí estaba, roja y brillante bajo la luz del sol, como recién caída del árbol más maravilloso del mundo. Sólo que, dicho árbol no existía.

Buag, es sólo una manzana”.

Al agacharse a recogerla, se dio cuenta de que la tabla de madera que se encontraba debajo parecía estar ligeramente caliente. Por lo que también decidió cogerla. Al instante, tal y como le advirtieron en el pueblo de que sucedería si se acercaba, el aire se detuvo.

Ya no había sonido del viento, no se escuchaban los cantos de los pájaros y las copas de los árboles dejaron de mecerse. El prado en el que se encontraba, quedó sumergido en un silencio antinatural y envolvente. Julio parpadeó y se dio cuenta de que los árboles ahora habían crecido, el cielo se había vuelto gris y el color verde del lugar había dado paso al marrón apagado típico de las hojas caídas en otoño.

Pero, ¿qué coño es esto?”, se dijo a sí mismo tratando de no tener miedo.

Ante él, la figura de un anciano se hizo visible. Estaba muy delgado, tenía el rostro severo y los ojos cansados. Sus dedos, largos y huesudos, señalaban la manzana diciéndole: “esa fruta no se come. Si la muerdes tu alma viajará al pasado, allí donde fuiste realmente feliz, y ya nunca podrás regresar”.

Julio no creía en la magia, es más, desde que escuchaba a alguien hablar de fantasmas, espiritualidad o todo aquello que, según él, no se sostenía científicamente hablando, se levantaba y se iba. Sin embargo, aquellas palabras le infundaron miedo. Más que miedo, respeto. La manzana se había vuelto gris y podía sentir su peso, y sus latidos, en la mano, como si de repente hubiera cobrado vida. La dejó caer y, sin entender muy bien cómo, ésta volvió rodando sobre sí misma hasta colocarse otra vez encima de la vieja tabla. A su alrededor volvió el verde, el viento y el sonido de los pájaros.

Al anochecer, al regresar al hostal en el que se alojaba, supo que había encontrado su lugar en el mundo. Aquella experiencia había sido una señal para que colgase la mochila que tanto tiempo llevaba cargando en su espalda y estableciera allí su hogar.

Quién sabe, quizá con el tiempo sería capaz de volver a la pradera, agarrar la manzana y viajar al pasado, al momento en el que había sido feliz por última vez. A aquella cafetería, a aquellos ojos, a ella. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Secretos - Publicado en Magazine Norte Gran canaria el 31 de julio de 2025

Como cada noche, Lucía se encerró en su cuarto para leer el libro, ese donde las palabras parecían cobrar vida bajo la tenue luz de su lámpa...