Su ritual antes de dormir era siempre el mismo. Encendía la lámpara de su mesa, agarraba la mantita de unicornios y le contaba a Coco, el osito de peluche al que abrazaba por las noches, una historia sobre su heroína favorita: su mamá.
—¿Sabes quién es la mejor superheroína del mundo? —le contaba Lynnea a Coco con una gran sonrisa dibujada en el rostro—. Es mi mamá. Pero no es como la que sale en las películas con capa y mallas, y tampoco puede hacerse invisible. ¡Ella es mucho más especial!
Coco, su fiel amigo, siempre dispuesto a escuchar sus historias, la miraba con sus ojitos de botones.
—Mi mamá hace que se me alivie el dolor dándome un masajito en la tripa, me ayuda a dormir acariciándome el cabello y prepara roscas que me quitan el enfado —decía Lynnea con sus ojos grandes y brillantes abiertos de par en par—. Me acompaña a gimnasia cada día sintiéndose orgullosa de mí, celebra todas las cosas que consigo hacer yo solita y cuando me caigo y me hago daño aparece rápido a mi lado, como un rayo. Y sus besos alegran mi corazón, ¡como las chuches!
Lynnea miraba al techo, a las estrellas fluorescentes que dormían sobre su cabeza iluminando la habitación, como si intentara recordar algún superpoder más.
—También tiene superfuerza —añadió—. Es capaz de llevarme cogida con un solo brazo y cargar mi mochila del cole con el otro. Además, siempre es capaz de abrir el bote de la nocilla. ¡Qué otro superhéroe hace eso!
Coco seguía mirándola atentamente, sin decir ni mu.
—Pero lo que a mi más me asombra es que es capaz de adivinar lo que siento esté donde esté —afirmó Lynnea moviendo la mano llevándose un dedo a la boca en un gesto de silencio—. Cuando tengo miedo en las noches, ella lo sabe, aunque no se lo diga, y me invita a dormir en su cama. Y cuando me quedo con los abuelos y ella me llama por teléfono, me pregunta qué me pasa cuando estoy triste o aburrida. ¡Es alucinante!
Con un suspiro y sonrisa de orgullo, Lynnea abrazó a coco dándole las buenas noches y lo colocó junto a su almohada.
—Mi mamá es la mejor superheroína del mundo. Lleva traje de enfermera y me cura las heridas a mí y a otros niños, les quita el dolor y los hace reír con sus tiritas de colores. Y ese es el mejor poder del mundo —. Susurró Lynnea con los ojos ya casi cerrados.
Y así, con el recuerdo de las historias de su superheroína favorita, se quedó dormida, sintiéndose segura y feliz, sabiendo que su mamá siempre estaría ahí para cuidar de ella.
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