18 mayo 2025

La última llave - publicado en Infonorte Digital el 7 de mayo 2025

 



Desde que Alberto nos dejó, revivo el mismo sueño cada noche. 

Dejo que termine de caer el sol, sentada en mi sillón de lectura, con la cabeza hacia atrás, mirando a través de la ventana. Cuando el pueblo se sumerge de lleno en la oscuridad, me calzo las botas y salgo al jardín. Me agacho junto al viejo limonero, que todavía sigue en pie, y remuevo las piedras en busca de alguna pista que me indique que no nos dejó solos, que sigue aquí, con nosotros. 

Sé que aún estoy en shock tras la noticia de su muerte, que no he podido recuperarme del todo pese a la medicación, pese a la terapia...pero es que, lo era todo para mí. 

Y ahora, aquí estoy, quemando el último cartucho. Haciendo caso a ese sueño tan extraño aunque en el fondo crea que es sólo eso: un sueño. 

Parece que va a llover así que debo apresurarme. Me acerco al limonero, me agacho y comienzo por la base de su tronco. Poco a poco, piedra a piedra.

“¡Vaya estupidez!”

Pero...sí que hay algo. Enterrada a unos pocos centímetros de la superficie encuentro una llave diminuta, oxidada y tibia, como si alguien acabara de dejarla ahí. No sé qué hace aquí ni quién ha podido dejarla, pero, estoy convencida de que no es una simple casualidad. 

Es demasiado antigua como para ser de algún lugar de nuestra casa y no recuerdo haber visto alguna puerta que no sea de esta época. La aprieto fuerte con las manos y me la llevo al pecho, preguntándome de si es suya. Si él la ha puesto ahí. Si, de casualidad, el sueño que me visita cada noche tiene algo que ver. 

Y de pronto, lo siento. Noto como mi pecho se expande, dejando entrar el aire que hasta ahora no quería llenar mis pulmones, manteniéndome siempre con la respiración a medias. Algo en mi interior se abre, se desbloquea, y trae a mi mente aquellos recuerdos ya olvidados: sus abrazos, sus declaraciones de amor al oído, sus labios tan cálidos.

Y lo comprendo. Justo en ese momento, bajo aquel viejo limonero, me doy cuenta de que no debo seguir esperándolo, pues él ya no está en esta vida y fuera no podré obtener las respuestas que necesito. Tengo que parar y aceptar la verdad. 

Ya no lo veré entrar contento cada mañana a despertarme, ni me preparará ya más el café. Tampoco veré cómo su sonrisa ilumina mis días grises ni pasearé con él de la mano junto al río. Pero sí que seguirá conmigo, en mi corazón, en mi alma. Porque el amor traspasa fronteras cuando se vive desde la distancia, y vidas cuando se pacta pertenecer uno al lado del otro siempre. 










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