Axel nunca había estado entre los más populares del instituto. Tampoco era de los más tímidos, pero se sentía mejor pasando desapercibido entre la multitud. Sin embargo, un día algo pasó, y su vida en el instituto cambió radicalmente.
El momento en el que las cosas dejaron de ser como era ocurrió en la cafetería. Mientras pedía su ya habitual sándwich de queso, escuchó como un grupo de chicos mayores se burlaba de su compañera de clase Carla.
Ella se parecía a él. No le gustaba llamar la atención, se sentaba al final de la clase y siempre parecía estar sola. Pero con ella eran diferentes. Mientras que a él solían dejarlo en paz, de ella se burlaban constantemente. Se metían con su ropa, con el peinado que llevaba cada día, con su forma de hablar, incluso criticaban el libro de lectura que llevaba siempre en sus brazos.
Ese día en la cafetería, las risas fueron a más. Le tiraban de la coleta, le daban pequeños empujones y trataban de bajarle los pantalones, mientras sus mejillas se encendían de un rojo intenso y bajaba la mirada.
Axel, ante aquella escena, y viendo que los que estaban a su alrededor no hacían nada, supo que debía actuar y tratar de que la dejaran en paz. Puede que fuera por la forma en la que Carla se aferraba al libro que llevaba cual escudo de protección o porque en el fondo entendía cómo debía sentirse su compañera.
“Paren de una vez”, gritó Axel con voz temblorosa. Tenía un nudo en el estómago y sentía miedo a las represalias, pero se sintió bien por defender a su compañera.
Esa misma tarde, al llegar a casa, pidió permiso a su padre para utilizar el ordenador y escribir un mensaje que imprimió en hojas de colores. Quería pegarlos en los pasillos del instituto antes de comenzar las clases.
El mensaje decía: ¿Qué harías si tú fueras Carla? El bullying no es un juego, es un reflejo de quién eres, no de quién es la víctima. Seamos mejores.
Los carteles causaron furor. Alumnos y profesores murmuraban sobre quién los había colocado. Unos sonreían orgullosos de tener algún compañero tan valiente entre ellos, otros se miraban confundidos (¿o quizás avergonzados?) y la mayoría se mantenía en silencio, reflexionando.
Axel no se quedó ahí. También creó una web llamada Sé valiente. La primera publicación la llamó Carla no está sola y animaba a los chicos y chicas de su edad a escribir sobre los casos de acoso o abusos de su instituto, conocidos o vividos por ello. Dos días después ya tenía más de 2000 seguidores.
Aquel día en la cafetería cambió la vida de Axel, la de Carla y la de muchos otros compañeros. Ahora él era muy popular, los profesores le decían lo bien que lo había hecho, algunos compañeros le daban las gracias por su iniciativa y el director lo propuso para ser entrevistado en el periódico digital del pueblo.
Carla empezó a hacer amigos y agradeció a Axel el haberla hecho visible regalándole uno de sus libros favoritos: Redes de Eloy Moreno.
Y es que ser valiente no es enfrentarse a las masas o defender a un compañero, sino promover un gran cambio social a través de pequeñas buenas acciones.
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