29 enero 2025

Envidia - Relato publicado el 29 de enero en Infonortedigital





Luna siempre había sido una chica muy positiva, las desavenencias de la vida la habían obligado a ser así, a pensar que todo era posible y que, si te esfuerzas, puedes conseguir todo lo que te propongas. Le gustaba creer que las cosas llegaban cuando debían y que ahora, por fin, había llegado su momento. Trabajaba en lo que quería, tenía una hija maravillosa, su pareja la cuidaba cada día y estaba consiguiendo los logros que alguna vez se había propuesto alcanzar.

Además, había aprendido también a disfrutar de las pequeñas cosas que normalmente pasaban desapercibidas: el aroma a café por las mañanas, el sonido de la lluvia tras el cristal, la risa de su pequeña, los besitos de nariz...Sin embargo, no todo era perfecto. Miradas de coraje, susurros a su espalda al pasar y comentarios con doble intención, le hacían pensar que en su entorno algo no iba bien.

Entre esas miradas (y saludos por obligación), se encontraban las de Alba y Nuria, compañeras de trabajo que solían ser encantadoras y seguras de sí mismas y que, últimamente, solían dirigirse a ella con sarcasmo. “Qué suerte tienes, Luna” “Ay, muchas gracias” “Es que a ti todo te sale bien” “Cada uno hace lo que quiere”…

Pese a ello, Luna seguía siendo feliz, estaba segura de que ella no había hecho nada hiriente hacia ninguna de las dos, así que seguía con su vida como si nada. De hecho, desde hacía mucho tiempo sólo se dirigía a ellas para decir “hola” (y ni siquiera devolvían el saludo) porque así la habían educado desde pequeña.

Lejos de sentirse culpable, recordó las palabras de su amiga Rocío: “a veces, querer ser como tú y no poder genera envidia, y no tiene por qué ser tu problema”. Y es que, no hay sentimiento tan feo y corrosivo como la envidia. Es como una sombra que se alimenta de los logros ajenos vistos desde tu propia escasez. No surge porque los demás quieran dañarte, sino porque tú misma te sientes amenazada o incompleta cuando te miras en el espejo… y te comparas.

Luna entendió que ella no era culpable de nada, pues no se creía superior a nadie ni pretendía serlo, simplemente su chispa encendía la incomodidad de quienes no encontraban estabilidad, serenidad o satisfacción en su día a día. Como decía su madre, “el tiempo es sabio y pone a cada uno en su lugar”, y así ocurrió.

 

Con el tiempo, Luna dejó de preguntarse qué había hecho para merecer las críticas y comenzó a mirar a sus compañeras con compasión. En lugar de enfadarse o alejarse, decidió cultivar la empatía y, cuando notaba que alguien la miraba con recelo, respondía con amabilidad y con una sonrisa en el rostro.

Un día, mientras compartían una tarea, Alba le confesó que se había equivocado juzgándola, que siempre había sentido que todo lo que ella tenía era lo que había deseado para sí misma. "Todas cargamos nuestras propias batallas, Alba. Quizás lo importante es aprender a apoyarnos en lugar de compararnos y atacarnos”, le contestó, “sentir envidia hacia los demás es un mal que debemos combatir entre todos, es un enemigo común que nos da la oportunidad de reflexionar y construir relaciones más duraderas”.

Desde entonces, vuelve a reinar la armonía en el trabajo, ha dejado de sentir que su presencia incomoda a sus compañeras y estas se han vuelto mas cercanas y solidarias con ella. Simplemente bastó una conversación…

 

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