21 marzo 2025

Lluvia - Relato publicado en Infonorte digital el 19 de marzo



La tarde estaba siendo una de las más silenciosas del otoño, hasta las que aquellas primeras gotas hicieron su aparición. Cada una de ellas, de las que caían sobre mi tejado, parecía entonar una nota musical diferente y, al mismo tiempo, contar una historia: la del viento que arrastra las hojas, la del trueno que retumba a lo lejos casi como un tambor, la de la madre tierra agradeciendo la humedad…

 

No pude aguantar las ganas de cerrar el libro que estaba leyendo y acercarme a la ventana. Siempre me ha gustado admirar las gotas de lluvia resbalando en el cristal, siguiendo cada una su propio camino, creando diferentes paisajes. Aún recuerdo cómo, cuando era pequeño, mi abuela me acercaba una taza de chocolate caliente y me invitaba a sentarme en su mecedora de la terraza a disfrutar de la lluvia.

 

Ahora el chapoteo me invita a parar, a recordar mi infancia, a recorrer cada uno de los rincones de mi mente en busca de su calidez, a acordarme de ella.

 

Sin darme apenas cuenta, de forma casi automatizada, cogí el chubasquero, salí al porche y abrí el paraguas. El aire húmedo en mi cara y el olor a hierba mojada despertaban un sentimiento inexplicable que me recorría el cuerpo invitándome a moverme.

 

Bajo la lluvia, mi alma parecía revivir, el olor de las flores se intensificaba y mis emociones, una vez guardadas y reprimidas, parecían aflorar; los pájaros sacudían sus alas y volaban sintiendo al viento y la lluvia en cada pluma y yo celebraba la sensación de libertad bailando bajo ella.

 

Cuando el aguacero menguó, las nubes desaparecieron, el cielo se llenó de un azul intenso y un pequeño pero brillante y hermoso arcoíris hizo su aparición. El agua no sólo había limpiado el ambiente, sino también todas las penas que hacía tiempo guardaba en mi corazón.

 

15 marzo 2025

Volar - relato publicado en Infonorte digital el 12 de marzo



Luis se paró junto a la puerta de madera casi toda carcomida, sintiendo el corazón palpitándole en la garganta. Había pasado tantas veces por aquella calle que cada piedra, cada farola y cada fachada le resultaban parte de su vida. Pero esa noche el ambiente se sentía diferente, no lograba reconocer ningún olor típico de todos los días y tenía la sensación de que algo extraño estaba a punto de suceder.

A su edad, su vida se resumía en ir al colegio, jugar al fútbol con sus amigos en la cancha pública del pueblo y cuidar de sus hermanos pequeños al llegar a casa. Pero hacía ya unos días que tenía un sueño rondándole la cabeza: volar. No se trataba solo de subirse a un avión, sino la necesidad de sentir el viento en la cara y recorrer las calles por las que transitaba a diario, pero desde el aire.

Por eso, siempre que tenía ocasión, corría en zigzag agitando los brazos en un intento de elevarse, aunque fuera unos centímetros del suelo.

Una noche de verano de luna llena, de esas que te invitan a estar hasta tarde en la calle, Luis se paró junto a aquella puerta desvencijada, atraído por el silencio del lugar, el abandono de la madera y las sombras. Al empujarla, se adentró en un descampado lleno de escombros y maleza en el que destacaba una vieja estructura de un escenario destruido.

Fue hasta allí, se subió y se quedó en silencio, sintiendo la brisa nocturna cada poro de su piel. Imaginó que estaba en un teatro lleno de personas que lo miraban y vitoreaban, esperando a que empezara en el espectáculo. Sus pies seguían firmes en el escenario, pero, en su imaginación, se sintió libre como el viento y alzó el vuelo.

La llamada de su madre desde lo lejos lo sacó de su fantasía, pero él ya había cumplido su sueño durante algunos segundos, y eso le hacía el niño más feliz del mundo. Entendió que sentirse libre no dependía de lo que hiciera sino de lo que sintiera y que, tarde o temprano, encontraría la forma de darle alas a su vida.

El gato con poderes - relato publicado el 5 de marzo en Infonorte digital



Croqueta llegó a casa cuando yo tenía 6 años. Mi madre decidió presentármelo el día de mi cumpleaños, justo después de soplar las velas de mi tarta de princesas. Era negro, y lo que más me gustó de él fue su impresionante ojo color verde. Y digo “ojo” porque el otro era marrón.

A mi perro, el único animal que acaparaba la atención de los humanos de la casa, no le sentó nada bien la llegada del nuevo habitante, por lo que, los primeros días, se paseaba silencioso por la casa mirándolo con recelo.

Tenía que haberme dado cuenta de por qué no le gustaba. Pero ahora lo sé.

Una semana después de su llegada, empezaron a suceder cosas extrañas en casa: aparecían y desaparecían objetos, la televisión y la radio se encendían solas, las plantas de la terraza brillaban y las puertas que dejábamos cerradas, nos las encontrábamos abiertas.

La primera en darse cuenta de estos sucesos fui yo, pero los que se percataron de que Croqueta se comportaba como una persona, fueron mis padres.

Una noche, mientras estábamos cenando en el salón, la vecina llamó al timbre. Al parecer nuestro gato se había escapado de casa y había decidido acurrucarse en la cama de Don Jerónimo, el padre de la vecina.

Don Jerónimo llevaba dos días agonizando en su cama por una rara enfermedad que los médicos nunca supieron diagnosticar. Cuando vieron a Croqueta junto a su cara, temieron que pudiera lastimarlo pues respiraba de manera agitada, pero al ver cómo su ronroneo calmaba su respiración, decidieron dejarlo un rato más.

A la mañana siguiente, lo volvimos a perder de vista. Estábamos seguros de que había vuelto a colarse en la casa de al lado. Pero para nuestro asombro, cuando la vecina nos pidió que entrásemos a buscarlo, notamos cómo la habitación había adquirido un aire cálido y reconfortante y Don Jerónimo parecía descansar plácidamente, por lo que decidimos dejar que se escapara de casa cuantas veces quisiera.

Días después, la vecina vino a agradecernos su compañía, no estaba muy segura de lo que decían en internet sobre el poder de sanación de los gatos, pero, de lo que sí estaba segura, era de que su presencia había llenado los días de Don Jerónimo de vida. Y sólo con eso ya se sentía completamente feliz.

Desde aquel día, la gente del pueblo nos preguntaba por Croqueta cuando nos encontraba por la calle dándonos permiso, de manera sutil, a pasarnos por su casa con él cuando quisiéramos. Nuestro gato era mágico y sanaba a la gente y, casi sin quererlo, se había convertido en la última esperanza de quiénes sufrían en silencio. 

02 marzo 2025

Amigos y detectives - relato publicado en Infonorte digital el 26 de febrero


Olga y Jorge eran los agentes más famosos de la comisaría de la calle 86. Ambos se conocieron en la academia hacía ya 10 años, cuando aún eran unos simples cadetes llenos de sueños y aspiraciones. Desde entonces, se habían vuelto inseparables, llegando a convertirse en los detectives más expertos de la ciudad resolviendo crímenes complicados.

Ella era metódica, detallista y poseía un don especial para interpretar la escena del crimen y detectar ciertas emociones en los sospechosos. Él, era intuitivo, impulsivo y nunca dudaba desenmascarando a los culpables, aunque para ello tuviese que asumir algunos riesgos.

Una mañana en la que ambos disfrutaban de su día libre con sus respectivas familias, recibieron una llamaba de la comisaría: durante la noche se habían cometido varios robos en las joyerías más prestigiosas de la ciudad y uno de los agentes de seguridad había sido herido de gravedad.

Llegaron a la joyería en la que habían encontrado a la víctima en tan solo unos minutos. Olga en seguida puso toda su atención en las manchas de grasa y en los trozos de cristal repartidos por el suelo. Jorge, por su parte, no pudo ignorar el extraño olor a aceite de motor que impregnaba el escaparate y las vitrinas. Y llegaron juntos a la misma conclusión: el ladrón usaba algún tipo de vehículo industrial para acceder a las joyerías y huir de ellas.

Tras juntar el resto de pistas de las demás escenas, lograron llegar hasta una bodega abandonada en mitad del puerto, donde encontraron un camión cargado de cajas repletas de joyas. Y saliendo del sótano, el responsable de los robos: el gerente experto en mecánica de la cadena de joyas más grande del país. Pensaba vender la mercancía en el mercado negro a buen precio y huir dejando arruinados a sus antiguos jefes.

Con lo que no contaba el ladrón era con la capacidad de la pareja de detectives para encontrar a los malhechores. Y tras un largo forcejeo y un torpe intento de escapar, lograron detenerlo. Una vez más, habían resuelto el caso.

Esa misma noche salieron a celebrarlo acompañados de sus parejas. No estaban seguro de cuándo volverían a necesitarlos en la comisaría, pero, hasta entonces, disfrutaron de la cena en uno de sus restaurantes favoritos, compartiendo sus locas historias donde su complicidad hacía que fueran un paso por delante de cualquier criminal.

 


Secretos - Publicado en Magazine Norte Gran canaria el 31 de julio de 2025

Como cada noche, Lucía se encerró en su cuarto para leer el libro, ese donde las palabras parecían cobrar vida bajo la tenue luz de su lámpa...